Si el otro día hablábamos de sentirse bien en casa y en nuestro entorno siguiendo el movimiento Hygge, estos días de confinamiento nos está sirviendo a muchos para replantearnos nuestra vida y nuestras prioridades.
Al final, en algún momento de nuestra vida, todos nos preguntamos que hacemos con nuestra vida y qué queremos hacer. Todos necesitamos lo que los japoneses llaman un ikigai, una razón de ser o motivación vital.
Una misión o algo que te de fuerzas para levantarte de la cama por las mañanas.
Identificar lo que hacemos bien y nos apasiona
El objetivo último del ikigai no es la felicidad. sino identificar aquello en lo que eres bueno, que te da placer realizarlo y que, además, sabes que aporta algo al mundo.
La felicidad sería una consecuencia al sentir que tu presencia en el mundo está justificada
En vez de andar sin rumbo o saltando de una actividad equivocada a otra, nos sentiríamos mejor con nosotros mismos si somos capaces de encontrar nuestro rol en el mundo.
Todos poseemos habilidades especiales y objetivos que cumplir y, para los que andáis perdidos, puede veniros bien mirar atrás y tratar de recordar qué cosas hacíais bien cuando érais niños. Todos los niños tienen un don natural: unos para el dibujo, otros para la música, el baile, el deporte… Lo que ocurre es que estos talentos, cuando llega la edad adulta, se dejan de lado y es cuando uno se pregunta: ‘¿Qué he hecho con mi vida?”.
Cuatro preguntas para ubicarnos en el mundo
Si necesitáis buscar vuestro Ikigai, empezad por haceros estas preguntas:
– ¿Cuál es mi elemento?
– ¿Con qué actividades se me pasa el tiempo volando?
– ¿Qué me resulta fácil hacer? .
– ¿Qué me gustaba cuando era niño?
Cuando tengas una idea de hacia donde se dirige tu ikigai, establece pequeños objetivos diarios como alguien que quiere aprender un idioma decide aprender una palabra nueva cada día.
Y recordad dos cosas:
Que el ikigai no es completo si la meta marcada no implica un servicio a la comunidad ya que todo el mundo quiere ser útil. Por eso nos sentimos más felices cuando hacemos un regalo que cuando lo recibimos.
Que tú eres la primera persona que debe reconocer su propio mérito para no frustrarte y sentirte bien contigo mismo.